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Rescates extremos de montaña: un caso de éxito

Cuenta Henry David Thoreau en uno de sus escritos más famosos (“Walden”, 1854) que el ser humano habitó este mundo “como si fuera una inmensa tienda de campaña, atravesando valles, cruzando planicies o trepando a las cimas de la montaña”. El montañismo ha sido una obsesión humana que, según los escenarios, implicaba mayor o menor peligro y responsabilidad. No todas las expediciones acaban bien. En algunos casos, un rescate montañero trae consigo una operación que lucha contra los elementos de la naturaleza, e incluso significa una medicalización necesaria cuando la vida de las personas pende de un hilo.

La secuencia de un rescate puede seguir, perfectamente, el siguiente orden: una llamada al teléfono de emergencias (112) que alerta del accidente, la recogida de información inicial y la puesta en marcha de toda la maquinaria para emprender el rescate, en el que se verán involucrados diferentes servicios. Existen aplicaciones gratuitas para geolocalizar lo antes posible a la persona, aunque ésta se encuentre sin cobertura (algo relativamente fácil cuando nos encontramos en un escenario montañoso).

Modelos de rescate según comunidad

Un rescate entraña diferentes grados de dificultad. No es lo mismo un accidente en una pista de esquí que otro relacionado con el senderismo, en un paraje con menor dificultad de acceso. Al ser competencia de cada comunidad autónoma, puede haber diferencias. En Asturias, Cataluña o Madrid la competencia corresponde al cuerpo de bomberos, por ejemplo, mientras que en Castilla y León el servicio está privatizado.

Los rescates de montaña en España, cuando se trata de enclaves de alta montaña, son de mayor complejidad que los realizados a senderistas extraviados o a aficionados al barranquismo…

El modelo aragonés, por ejemplo, es un sistema en el que participan el Servicio de Montaña de la Guardia Civil, con el apoyo del personal sanitario del Servicio Aragónes de Salud y la coordinación del Centro de Emergencias 112 SOS Aragón. En esa comunidad están especialmente concienciados: prueba de ello son campañas como la de Montaña Segura.

Los Grupos de Rescate e Intervención en Montaña (GREIM) de la Benemérita empezaron a funcionar desde 1967, y fueron creados para estas operaciones en montaña, así como para vigilar la frontera pirenaica.

Los rescates de montaña en España, cuando se trata de enclaves de alta montaña, son de mayor complejidad que los realizados a senderistas extraviados o a aficionados al barranquismo, por ejemplo. Aludes y avalanchas pueden complicar la vida de los escaladores que, además, se enfrentan al riesgo de la hipotermia cuando las temperaturas son especialmente bajas.

En la web de la campaña Montaña Segura aclaran que accidentes y rescates “no son o mismo: hay un número desconocido de accidentes (e incidentes) que no terminan en un rescate”, mientras que existe un número de “rescates de fortuna” donde son los propios montañeros los que se apañan para salir del apuro, sin que medien helicópteros ni la intervención de los profesionales de emergencias.

 

Rescate en el Pirineo de Huesca

Fue en Aragón, el pasado mes de enero, donde tuvo lugar un rescate con final feliz en un corredor del Peña Telera, en el Pirineo de Huesca. Las alpinistas, dos jóvenes de 20 y 21 años oriundas de Jaca, se habían visto sorprendidas por la noche en un collado.

“Los especialistas desplazados de forma inmediata a la zona remontaron el corredor y se situaron en un punto situado a unos 60 metros de desnivel por encima de las montañeras, desde donde tuvieron que rodear un complicado paso para poder descender hasta ellas”, recogió El Periódico de Aragón.

A posteriori, el grupo realizó seis rápeles (rápel es una técnica de descenso rápido mediante el deslizamiento por una cuerda doble sujeta en un anclaje), bajando alrededor de 500 metros hasta alcanzar la base de la pared.