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Dispositivos y unidades especiales para catástrofes naturales

Tsunamis, ciclones, deslizamientos de tierra, erupciones, tormentas de polvo, tornados… la naturaleza y el planeta plantean desastres que, en ocasiones, pueden convertirse en catástrofes.

María del Carmen Herrero Velasco, autora de Emergencias sanitarias y dispositivos de riesgo previsible (IC Editorial, 2013), afirma que una catástrofe se produce cuando, ante un desastre natural, la situación requiere de ayuda externa. Una zona catastrófica puede terminar con una cantidad alta de víctimas humanas, así como con ingentes pérdidas materiales.

Si ya dedicamos un artículo a los sistemas de gestión y coordinación de emergencias en la Unión Europea (UE), con sus correspondientes herramientas, mecanismos y recursos, hoy vamos a abordar qué tipo de dispositivos y unidades especiales existen para combatir estos desastres.

Unidad Militar de Emergencias (UME)

La coordinación de emergencias ante una catástrofe de grandes dimensiones, de origen natural, recurre a dispositivos y unidades de todo tipo. La Unidad Militar de Emergencias (UME) -integrada en las Fuerzas Armadas españolas-, cuenta con un catálogo de equipos, sistemas y plataformas que le permiten intervenir con total garantía en situaciones muy extremas, incluso en el extranjero.

En nuestro país, además de Protección Civil, hay comunidades autónomas que cuentan con unidades especiales de emergencia y respuesta inmediata. Es el caso de ERICAM, creada en 2007 para dar un respuesta conjunta y coordinada de los organismos de la Comunidad de Madrid a catástrofes ocurridas en suelo español u otra parte del mundo.

La UME trabaja en campamentos de damnificados, así como con plataformas terrestres y aéreas, embarcaciones, estaciones para hacer frente a riesgos tecnológicos y estaciones de comunicaciones para ejercer el mando y el control… Pero, ¿con qué herramientas trabajan en estas operaciones?

  • Dispositivos de descenso, plataformas de inserción y extracción, sillines de rescate, camillas para transportar personas heridas, dispositivos para la inmovilización cervical, carretes de cuerda dinámica y estática, sistemas de GPS, motosierras, linternas estroboscópicas, faros halógenos recargables.
  • Sets de férulas inmovilizadoras, mochilas equipadas con material de primeros auxilios y paramedicina, mantas térmicas, desfibriladores, collarines de primeros auxilios, estabilizadores de cuellos, chalecos salvavidas, bolsas negras para transportar cadáveres.

Por otro lado, la tecnología juega un papel cada vez mayor en la predicción de los desastres naturales, además de a la hora de trabajar en rescates in situ, orientando la ayuda a la población afectada por estos eventos. Veamos dos ejemplos:

  • La inteligencia artificial está ya siendo capaz de analizar las imágenes de carreteras -los drones son un buen instrumento- que han sufrido daños para así proponer alternativas más rápidas y hacer llegar lo imprescindible antes a la zona afectada, por ejemplo. El Banco Mundial, Naciones Unidas y partners de la industria tecnológica tienen proyectos en esa dirección.
  • Existen chatbots o robots conversacionales que pueden cartografiar las zonas afectadas por una catástrofe, recogiendo los datos que los propios afectados van volcando en las redes sociales. Una herramienta de esta clase fue lanzada por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) durante el huracán Irma, en 2017, en EE.UU.

Qué hacer ante una catástrofe

Hace tiempo que la comunidad científica nos viene avisando: el cambio climático viene acompañado de grandes catástrofes, debido a la subida de las temperaturas y del nivel del mar. No hace tanto de la Cumbre Mundial del Clima COP25, celebrada en Madrid en 2019, donde la Organización Metereológica Mundial (OMM), dependiente de la ONU, advirtió que aquel año podría ser el segundo o tercer año más cálido desde que se tienen registros. 

La vulnerabilidad ambiental arrastra consecuencias. Tanto es así que, para 2030, la OMM prevé que los desastres climáticos afecten a 162 millones de personas. “Se están salvando más vidas, pero más gente está resultando afectada por la creciente emergencia climática”, afirma la representante especial de Naciones Unidas para prevención de desastres, Mami Mizutori, según recoge EFE Verde.

Existen diferencias entre residir en alguno de los países del cinturón de Fuego del Pacífico -famosos por su actividad sísmica y volcánica-, y el país con mayor riesgo del mundo de sufrir distintos tipos de catástrofes (como la isla de Vanuatu), y otras regiones menos problemáticas. Pero el peligro de aumento de catástrofes está ahí para toda la población.

 

Informe Riesgo Mundial 2018

El informe Riesgo Mundial 2018 incide, no solo en las probabilidades de sufrir terremotos, huracanes o inundaciones… también en cómo pueden asumir las consecuencias los diferentes territorios. Lo llaman “vulnerabilidad social”: en la lista de 15 países con mayor riesgo de pasar por una catástrofe de esta envergadura hay nueve países insulares: son los más expuestos, de hecho.

El riesgo depende, no obstante, no solo de la posición geográfica del país: también de sus recursos. La muerte, la pérdida y la devastación que cause el fenómeno natural dependerán del contexto del peligro, la exposición y la vulnerabilidad. Cuando un territorio soberano es pobre y carece de infraestructuras y dinero, anticipar un desastre, afrontarlo y, a posteriori, sobreponerse del desastre mismo, es una tarea titánica.